Suelo radiante o radiadores, ¿cuál es la mejor opción para combatir el frío?

16 noviembre, 2020

Los beneficios para la salud, la estética, la sensación de confort y el ahorro energético figuran entre las ventajas que ofrece una solución, la de esconder la calefacción bajo el suelo de la vivienda, que causa furor en los países del norte de Europa

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El invierno tiene su encanto. La Navidad, las comidas y cenas en familia, la sonrisa perenne de los niños, la posibilidad de visitar la nieve… Unas cuantas bondades y un inconveniente por encima de todos: el frío. Protegerse de la caída de las temperaturas es un quebradero de cabeza que año tras año entra por la puerta de miles y miles de hogares para quedarse durante unos meses. Escoger un buen sistema de calefacción es, pues, un asunto no menor cuando se construye o reforma una vivienda. Definir si opta por radiadores o por los beneficios del suelo radiante es una decisión que puede tener impacto no solo en su bolsillo, sino incluso hasta en su salud.

Vayamos al grano. Lo primero que habría que dejar claro es que radiadores y suelo radiante son dos sistemas que emiten calor dentro de una instalación de calefacción. El otro elemento clave es la selección del aporte de energía, que puede proceder de renovables (aerotermia, geotermia, biomasa, solar…) o combustibles fósiles más tradicionales (gas, gasoil…).

El mundo hacia el que transitamos verá una explosión de las primeras sin precedentes en la historia en el marco de lo que se ha bautizado como cuarta revolución industrial. Este informe de la Irena da alguna pista bastante significativa de los cambios a los que asistiremos (consúltelo aquí). El futuro es, sin ningún género de dudas, de las energías renovables. Y este es el primer gran beneficio del suelo radiante como solución para calefactar una vivienda.

Resulta que la temperatura a la que circula el fluido en el suelo radial por agua (también se puede optar por esta solución pero con una tecnología de hilo, que se apoya en unas resistencias eléctricas metálicas) suele ser de entre 35 y 40°, una temperatura muy inferior a la que circula por los radiadores convencionales, que oscila entre 70 y 85°. El ahorro energético con el primer sistema salta a la vista: menos grados en el agua, menos euros en la factura.

Pero es que además, al trabajar con temperaturas inferiores, conseguimos mucha mayor libertad a la hora de seleccionar la fuente de energía renovable de la vivienda (las presentes y las que veamos nacer en el futuro). Y es que los radiadores convencionales limitan bastante el campo de actuación ya que, al verse obligados a calentar el agua a esas temperaturas, deben acudir en la mayoría de los casos a los sistemas de combustibles fósiles (gas ciudad, gasoil…), más caros, más contaminantes y con un horizonte de vida mucho menos despejado.

El suelo radiante, por contra, nos permite decantarnos sin limitación de ninguna clase por geotermia, biomasa, aerotermia o solar, la solución en definitiva que mejor se adapte a la situación del propietario del inmueble. Es cierto que en los últimos años han aparecido radiadores de baja temperatura, que permiten su utilización con algunas renovables, pero aún así sus temperaturas de trabajo no son tan bajas como las del suelo radial, pues oscilan entre 45 y 55°, con lo que no son tan atractivos para el ahorro energético.

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Los beneficios del suelo radiante no terminan aquí. Quizás una de las más llamativas sea la que tiene que ver con la salud. Con esta tecnología, la distribución del calor se realiza de forma regular en toda la estancia y estratificada desde el suelo hacia el techo, generando una temperatura ligeramente inferior en las partes más altas de la vivienda. Todo ello resulta beneficioso para la salud de los habitantes de la casa.

Por el contrario, los radiadores generan corrientes de aire por convección al emitir el calor desde un punto de la habitación, lo cual genera diferencias de temperatura dentro de la misma, más bajas cuanto más alejados estemos del calefactor. Y, lo que es peor, esas corrientes desplazan el polvo que pueda haber dentro de la estancia, lo que puede representar un problema para los alérgicos, además de ennegrecer las paredes situadas encima del radiador.

Si a estos beneficios del suelo radiante le unimos la sensación de mayor confort (nada hay tan reconfortante como caminar descalzo por casa con los pies bien calentitos) y la contribución desde el punto de vista de la ocupación del espacio, esa ausencia de impacto visual al esconder el emisor de calor bajo el suelo, la ecuación queda casi despejada.

Queda un último elemento por analizar que, cierto es, no es menor a la hora de apostar por un sistema de calefacción: el precio. Y de nuevo aquí es necesario entrar en profundidad para arrojar algo de luz. Es evidente que la inversión inicial para instalar suelo radiante es mayor que en el caso de los radiadores, aunque en este caso dependerá de la marca, el modelo y el diseño seleccionado. Y es que las bondades que el suelo radiante aporta en materia de ahorro energético acaban decantando la balanza en favor de esta última, toda vez que, a la larga, la inversión queda amortizada al poder echar mano de las energías renovables.

En conclusión, una vez analizados los pros y contras de estas dos soluciones, parece lógico afirmar que los beneficios del suelo radiante -un sistema que causa furor en los países del norte de Europa- respecto de los radiadores son múltiples. Distribución de la temperatura, ahorro de energía, confort, estética… De acuerdo con todo lo expuesto, en Desarrolla somos partidarios de esta solución en casos de ejecución de obra nueva. Si de lo que se trata es de una reforma, lo oportuno será valorar detenidamente las posibilidades de espacio, así como la envergadura de los trabajos que se quieren emprender. La decisión está ahora en sus manos. Y, recuerde, el invierno está a la vuelta de la esquina.

Desmontando los bulos sobre el suelo radiante

Son mentiras repetidas con insistencia por algunas personas con la intención de convertirlas en falsas verdades. Posverdades lo llaman en esta era. Fakes, en el mundo de la comunicación. Alrededor del suelo radial se han creado algunos bulos que deben ser desmentidos rotundamente en el ánimo de ser justos con esta tecnología. El primero de ellos sostiene que caminar a diario sobre una superficie calefactada acaba por causar varices. Nada más lejos de la realidad.

El caso es que el suelo radial no podría llegar a ese extremo jamás porque la temperatura de trabajo del suelo radiante es de entre 35 y 40°, lo que genera entre 20 y 28 grados en el pavimento que pisa el usuario de la vivienda. O lo que es lo mismo, una cadencia térmica más que saludable para el inquilino, una variable esta científica y médicamente demostrada.

El segundo bulo tiene que ver con las canalizaciones del suelo radial. Hay quien dice con mala intención que al estar enterradas representan un problema en caso de avería. Lo cierto es que no es verdad, pues el tipo de materiales y procesos de instalación que se utilizan hoy en día en las obras destierran cualquier tipo de contratiempo en este sentido.

Las canalizaciones de esta tecnología se ejecutan con una tubería multicapa de polietileno reticulado (Pex) que garantiza estanqueidad, durabilidad y elimina el riesgo de fugas (otro de los beneficios del suelo radiante). De esta forma, cualquier anomalía que pudiese aparecer en el futuro solo podría ser el producto de una actuación directa y puntual (un error humano, al fin y al cabo) sobre un punto concreto de la tubería, con lo que la avería estaría siempre localizada y la consiguiente reparación sería fácilmente gestionable.